Este fin de semana, armado con un bol enorme de palomitas, panecillos de leche, un tarro de nocilla, y una botella de 2 litros de coca-cola fresquita, me lancé a la aventura de ver Amelie.
Después de múltiples comentarios que intentaban refutar mi idea de que la película era un tostón, decidí darle una segunda oportunidad. Ains.. Vosotras lo habéis querido...
A ver, vamos por partes, que dijo Jack el destripador... No creo que a estas alturas de la película (jijiji) vaya a fastidiarle a alguien la trama (si, si, la trama, como si tuviese de eso). De todas maneras, si tú, lector, piensas verla en un futuro, no sigas leyendo. O, mejor, si. Así sabrás lo que te espera.. ;)
La historia: La película trata de la vida de Amelie, que es una joven así, muy francesa ella, que vive entre colocones de LSD y maría, porque si no, no se explica. El caso es que la chica tenía una madre muy friki, a la que se le cayó encima una turista belga (tal cual) y un padre que es médico (el título se lo debieron dar en una tómbola, luego vemos porque). El caso es que Amelie, palabras textuales del narrador (si, la peli tiene de todo) se distrae "Pensando tonterías sobre la ciudad". Ahí queda eso...
Nuestra protagonista trabaja en una cafetería, que salvo el ex-novio acosador de una de las camareras, un escritor con cara de relamido, y la que trabaja en el kiosko, está vacía practicamente todo el día. ¿Cómo da ese negocio para mantenerse, y tener a 4 camareras en nómina, sin contar a la dueña? Ya sabemos quien le pasa la droga a Amelie...
Vive nuestra amiga en un edificio de cotillas, donde quien más quien menos tiene unos prismáticos para observar a sus vecinos. La propia yonki tiene un catalejo con el que espía a un vejete que se dedica a pintar el mismo cuadro año tras año. ¿Manía compulsiva? ¿Pocos conocimientos de pintura? Quién lo sabe... El caso es que el vejete no se queda atrás, porque no sólo paga con la misma moneda a Amelie, sino que la graba en video. En el mismo edificio vive el tendero donde Amelie hace la compra diaria (un higo y no recuerdo que era lo otro) y, cuando nadie la ve, mete la mano en el saco de las lentejas. La gracia que le debe hacer al tendero que una joven puesta hasta las patas de maría, ande toquiteándole el género. En fin, a lo que vamos...
La película transcurre entre los intentos de la protagonista de solucionar, a su manera, la vida de los demás. Alguién debería decirle que tal tendría que preocuparse más por la suya, porque vamos, va fina... El caso es que para "ayudar" al mozo del tendero, un chaval bastante cortito, se dedica a gastarle bromas bastante estúpidas a su jefe (el dueño del saco de lentejas).
Para hacerlo, la muchacha, todo candor, no duda en meterse en la casa del gordito varias veces, fastidiarle la instalación eléctrica, cambiarle las zapatillas (ahí, ahí, torturas refinadas), e incluso.. Si! le cambia la hora de la alarma del despertador! Ah, Amelie, mujer despiadada y cruel! Total, que lo único que consigue es que el tendero esté cada vez más quemado, y tenga al mozo cada vez más amargado. Todo un logro, vamos...
Por otra parte, se las ingenia para que el ex-novio acosador, que vigilaba a una de sus compañeras, camarera como ella; comience a interesarse por la pobre sin-vida del kiosko, y también le come la oreja a ésta, para que se crea que él otro la encuentra irresistible. Total, que como no podía ser de otra manera, y previo polvo escándaloso en los servicios de la cafetería, ambos comienzan una relación en la que.. si, ¿cómo lo habéis adivinado? al cabo de unos días, el ex-novio acosador de la camarera se ha convertido en el novio acosador de la kioskera. Si eso no es arreglar la vida a los demás, que venga Dios y lo vea..
Ah, pero la chiquilla todavía tiene fuerzas para más. Resulta que su padre, el médico con suerte en las tómbolas, es un pringao desde que se murió su mujer (algo nos dice que antes también lo era), y vive obsesionado con un enano de jardín. Así que nuestra joven protagonista no discurre otra que robarle el enano a su padre, y encargarle a una amiga azafata (como es la que menos sale, parece la más normal) que vaya haciendo fotos del enano por todas las ciudades por las que pase y que se las mande al padre. La azafata lo hace (retiro lo de normal). Como es ¿lógico?, ¿que podría pensar el padre sino que el enano se ha fugado y se dedica a recorrer mundo? ¿Véis como lo de la tómbola y su título ya va cogiendo forma?
Y ya, para rematar, durante toda la película, Amelie se va cruzando mensajitos con un panojo que trabaja en un sexshop, y que tiene como hobby recolectar fotos rotas de debajo de los fotomatones, para hacer un álbum. Amelie está enamorada del muchacho (sin haber cruzado una palabra con él, pero ella es así de mágica) y el muchacho, como no podía ser menos de alguien que se pasa las tardes arrodillado escarbando con un palo debajo de las cabinas de fotos, pues también, ¡que diablos! Menos mal que está la amiga de Amelie, la camarera a la que ya no acosan, para hacer un exámen al joven pretendiente, que consiste en que diga como terminan una serie de refranes. Esto también podría explicar como terminó saliendo con el cliente acosador.. No, si está claro que nada sucede por casualidad...
En fin, que todo va así como seguido, y las cosas parece que se solucionan solas, y las nubes son blancas, y no llueve, y los niños se ríen por la calle. Una gozada, vaya.. Y al final de la película el padre de la muchacha se va de viaje, quien sabe si para huir del enano, y el viejete sigue dale que dale al cuadro, y en la cafetería el escritor relamido sigue allí, sin consumir, y el acosador tiquitaca con la grabadora, y Amelie, después de descubrir las virtudes terapéuticas del sexo (por algo el muchacho trabaja en un sexshop), se dedica a reír, hasta las patas de endorfinas, mientras su medio pomelo la pasea en moto (ambos sin casco, los seres así, soñadores y vitales, no lo necesitan...)
Vamos a dejar de lado que un personaje como el del joven recolector de fotos rotas, en una película normal, sería carne de loqueros y electroshocks, y vamos con la estética. Esos tonos naranjas y verdes fosforitos acentúan la sensación de que el director, el guionista y el productor frecuentaban la cafetería de Amelie, y no por el café (más bien por el chocolate). Y la ambientación, los diálogos, los decorados de la casa de Amelie (esta chica de verdad tiene problemas...).
Está claro que lo que argumentan aquellos que defienden la película a capa y espada, eso de que el director tiene un universo muy particular, es cierto 100%. Pero también los que se creen Napoleón, y no por eso les dejan una cámara.
En resumen, y para terminar. Si el lector tiene un par de horas libres, que lea un libro, que salga a dar un paseo, que disfrute de su familia, de su pareja, de su perro... O si no, siempre se puede echar una buena siesta a la salud de Amelie. Más o menos cuando la protagonista encuentra el álbum de fotos, es un buen momento para coger postura. ;)
Nos vemos!