lunes, enero 22, 2007

El carisma de los perdedores


Recientemente se ha estrenado Rocky Balboa (más conocida como Rocky VI), la úlima película del ciclo de Rocky, una película totalmente de Stallone, quien no sólo ha escrito el guión, sino también la ha producido, dirigido e interpretado.


En esta última entrega que cierra la saga, Rocky, ya viudo, es un viejo acabado y solitario, que tiene problemas de comunicación con su hijo. Regenta un restaurante en su viejo barrio en el que entretiene a los clientes contando anécdotas de sus días de gloria como boxeador. Sin embargo, todavía le quedan cosas por demostrar (a sí mismo y a los demás) y decide volver a boxear de nuevo. La oportunidad se le presenta cuando los representantes del nuevo campeón del mundo, cuya popularidad cae en picado, le ofrecen un combate de exhibición. Rocky se lo toma en serio y decide aprovechar esta última oportunidad.

Si el propósito de Stallone era cerrar el ciclo de Rocky, que comenzó allá por 1977 (y que le valió un oscar) de una forma digna, lo ha conseguido. La película, sin grandes medios ni pretensiones, con su sencillez consigue transmitir el mensaje que inició la saga: la de que todo sueño es posible, al menos en parte, si se lucha por conseguirlo. Es un mensaje que se repite mucho a lo largo de todo el metraje ( a destacar el discurso de Rocky ante el tribunal que concede las licencias).
Rocky sin duda, toca la fibra sensible del espectador, produce una gran simpatía e incluso cierta ternura. El personaje sigue siendo ese tipo entrañable, un poco desgraciado, que deja, conscientemente, que los demás se aprovechen de él (una forma de ayudar sin que parezca caridad). Quizás el efecto sea aún mayor, porque se mezclan el personaje y el actor. He de confesar que a mi Sylvester Stallone siempre me ha producido ternura. Un hombre con una infancia desgraciada, que tuvo que luchar hasta llegar al éxito, y que luego se fue apagando en producciones de segunda categoría. Y, al igual que su personaje, tuvo que luchar para poner en pie este proyecto en el que sólo él confiaba. Por eso me alegro de que esta última entrega vaya también.

De cualquier forma, hay algo que nadie le podrá negar. Ha conseguido algo verdaderamente difícil, y que pocas películas han logrado, que su personaje pase al imaginario colectivo. Todo el mundo, aunque no haya visto la película conoce la historia y al personaje. Fue verdaderamente sorprendente ver como, cuando Rocky vuelve a entrenar de nuevo y se escucha la famosa banda sonora, el público de la sala, en su mayoría gente joven, se puso a aplaudir como locos.
Pues eso, Rocky es más que una película, ya es una leyenda.

2 comentarios:

Petirrojo dijo...

He de reconocer que no soy seguidora de Rocky, vamos, que no he visto ni la primera y eso que creo que la han puesto hace poco en la tele, pero con el comentario me ha entrado el gusanillo y creo que la voy a dar una oportunidad.

Palomo dijo...

Ains... Como puedes decir que no has visto Rocky, y quedarte tan tranquila... :-)

Rocky es un peliculón. Tanto la primera como la segunda me encantan. Siempre pensé que tal y como estaban rodadas, realmente eran una película partida por la mitad. La historia, tal y como dice Lechuza (por cierto, este post, palabra por palabra, es el que hubiese querido escribir yo) habla de la superación de un hombre que nunca ha sido nada, y que sabe que sus posibilidades son mínimas. De hecho, en la primera película, Rocky ni siquiera se plantea ganar. Lo único que quiere es demostrarse a si mismo que es capaz de aguantar los 15 asaltos sin que el campeón lo tumbe. Esa determinación, ese convencimiento, es lo que transformaron para mi a un boxeador ficticio en una leyenda. En las 5 películas el ansia de superación, de demostrarse a si mismo válido para vivir su vida de acuerdo a lo que él cree que es lo correcto, incluso cuando el resto del mundo le dice que es una locura, está presente. Aún cuando hay argumentos más flojos que otros (Rocky 4 especialmente floja).