Ambas novelas pertenecen al género negro, una esta escrita por una autora consagrada, la otra por un escritor más desconocido, al menos en España.

Al igual que en el resto de sus novelas, aunque en esta última no haya asesinato, Donna Leon aprovecha para sacar a la luz la corrupción y las contradicciones de la sociedad italiana, y occidental en general, planteando ademas dilemas que no son fáciles de resolver. En este caso, se centra en las adopciones ilegales y el tráfico de niños: ¿Qué hacer con los niños que son adoptados ilegalmente? ¿Apartarles de la única familia a la que han conocido para que vayan a centros de acogida? ¿Si se les permite permanecer con la familia adoptiva, no fomentará el tráfico de menores?. Ninguna tiene una respuesta sencilla.
Además, como siempre la autora consigue que el lector quede atrapado en la intriga desde la primera página. En fin, es un libro que se lee (más bien devora) en un periquete.

Su pacifica existencia se ve alterado por el brutal asesinato de un miembro destacado de la comunidad. Las sospechas del asesinato recaen sobre tres jóvenes aborígenes de la zona. Sin embargo las piezas no encajan. Poco a poco su investigación va desvelando un escalofriante entramado de mentiras, sobornos y abusos.
Se trata de una novela estupenda, que, aunque con un estilo un tanto pausado y lento al principio, consigue engancharte (a pesar de que a partir de cierto momento la trama se vuelve previsible). Además, cuenta con el atractivo de romper con la imagen que tiene de la Australia del sol y del surf, de koalas y canguros. Por el contrario, Peter Temple, muestra una realidad distinta del país, describiendo una sociedad rural muy distinta de las grandes ciudades, donde el racismo, la marginación, la violencia y el desempleo están a la orden del día.